jueves, 13 de octubre de 2011

4. La Noni El Retrasado del Bicho Canasto




La Noni olía a batata, a dulce, a pino, a lana, a pana, a baba, a caramelo, a barrilete, a goma de borrar, a té con galletitas. Vivía sola. En la cocina tenía unas banquetas que cuando te sentabas hacían ruido a pedo; de chico pensaba que ella las había comprado así a propósito. Las banquetas eran marrones y rodeaban una mesa desplegable rectangular similar a la que tengo ahora en casa. Pasábamos tardes enteras sentados ahí tomando la merienda. A la Noni le gustaba que fuéramos a verla así que íbamos dos veces por semana después de la escuela. Yo le caía mejor que nadie, me besaba muy fuerte y me hacía doler; sus besos eran exageradamente ruidosos y abundantes, literalmente me llenaba la cara de labiales rojos. Le gustaba preguntarme si los besos me habían llegado hasta el hueso. Gracias a la Noni aprendí eso de los huesos antes que todos mis compañeros del colegio que pensaban que estábamos rellenos de comida. Me entretenía ir al baño a lavarme la cara y quedarme un rato palpándome los contornos de la calavera; me producía una melancolía muy bizarra pensar que difícilmente podría verme el esqueleto algún día y eso me parecía bastante injusto. "Hay partes de mí que nunca voy a conocer". Por ese entonces se me dio por coleccionar radiografías, pero como nunca fui bueno con las colecciones creo que nadie lo supo.

El baño de la Noni parecía más viejo que el resto de la casa, o más gastado. Supongo que a cierta edad la norma es pasar cada vez más tiempo en los servicios. Después de todo es muy probable que levantarse de la cama para ir al baño ocurra tan seguido que deje de tener sentido volver a acostarse. Eso en el mejor y más higiénico de los casos. La luz del baño era de un amarillo muy tenue, ambarino, pulsatil, de la familia de las luces de los subtes de madera. El baño era una cabina, un módulo anexado por precarios puentes simbólicos al pasillo y a los demás ambientes. Olía siempre a colonia, a peine y a perfume de inodoros lavanda. El piso de la bañadera estaba algo cascado y tenía un adhesivo de huellas de los pies de esos que se ponen para no patinarse. El adhesivo era áspero y sepia y siempre me producía una fea sensación pisarlo. Era como pisar las huellas de un chico muerto en la playa. Cada vez que me bañaba en su casa y por error pisaba el adhesivo se me venía a la cabeza la historia del retrasado mental y el bicho canasto. Para mí había un nexo en todo eso.

Nunca supe de dónde había sacado la Noni aquella historia. Probablemente fuera cierta, algo que vio de chica, por el campo, durante la siesta; quizás ella escapando por la ventana de su habitación, hacia los corrales, el ruido de los pollos aleteando contra los alambres de la jaula, las cigarras del verano chillando, la radio forrada en cuero en la cocina sintonizando tangos; la Noni deslizándose sobre las baldosas naranjas bajo la sombra de los jazmines y los limoneros, lentamente; el retrasado mental jugando entre los restos de un sillón de mimbre; el retrasado mental en su carroza de chatarra; el retrasado mental mocos secos semen seco en la bragueta, mira el cielo con los ojos desplomados de los juguetes viejos; el retrasado mental saliendo de su mansión de mimbre se corta el brazo con la punta anaranjada de un clavo torcido; primer espasmo de conciencia, la sangre como un hilo; la Noni agazapada bajo la higuera mirando todo; el retrasado mental llorando por reflejo pero sin pena, avanzando a los tumbos con los cordones desatados, las medias rojas bajas, las piernas peludas, el pantalón atado con un cordón azul, costras de sangre vieja en las rodillas; la Noni sola con el loco, la radio fuerte en la cocina, una paloma por el cielo, el cielo blanco, el olor de los jazmines; el retrasado mental se rasca el culo y se huele los dedos, se sonríe, se mira en el reflejo del agua de los tachos de pintura; segundo espasmo de conciencia, temor de no ser de ser de no ser el tacho - el agua - la pintura; el cielo cada vez más blanco, la puerta con el mosquitero destrozado a pelotazos, imágenes burbuja de fragmentos de palabras, la adivinación de algunas letras, las briznas de intelecto, las manos de su mamá lana ovillo verde se desliza; la Noni detenida en ojos grandes piensa el frío, su vestido tiene flores amarillas; el retrasado mental se columpia en el vacío; el retrasado mental se pellizca la punta del pene, la curvatura de la espalda, el otro brazo inerte, los ojos detenidos en el aire como helicópteros de carne transparente; la Noni violada en las pupilas por la imagen, completar silencios del relato de la empleada, la empleada le mostró sus pelos, la empleada le contó del Hombre, la empleada levantaba los dedos de los pies y la miraba, la ojota era rosada la otra ojota en el colchón; el retrasado mental torcido hacia el ombligo, un brazo rígido sucio inmóvil sangra, un brazo en ele se acopla a la cintura, el cordón azul, el pene blanco erecto al descubierto, lo más limpio, como el cielo, el pene blanco marfil de pianos; el retrasado mental se pellizca, los helicópteros de carne abandonan la planicie, asoma el diente, asoman rojos a la cara, se pellizca, pulgar-índice-pulgar-rotar-tirar, se pellizca, la curva máxima del vientre se colapsa, temblores vertebrales, se pellizca, los helicópteros de carne se funden con el cielo, quieren salirle alas del ombligo y de la nuca, las imágenes de letras y de perros se deslizan por la diagonal interna como peces, el retrasado contiene entre las muelas una tanza eléctrica del cielo y de la tierra, un ancla-cinturón-contorno que vibra azules por su cráneo, se pellizca, trepa por su pija pálida un alfiler de leche; la Noni bajo la higuera espanta bichos de la tarde, la radio en la cocina, los manteles de goma, las costras de membrillo, moscas, los pelos del retrasado son muy negros, más negros que un paraguas, la empleada le mostró la tierra bajo el pupo con los ojos-agua; el retrasado se descose en un chasquido gutural, los alfileres de leche describen parábolas de sapo, trayectorias de aluminio fluorescente, el brazo recto cuelga sobre un muslo, el otro brazo convulsiona eléctrico en la yema de los dedos del molusco; el retrasado se desarma sobre el pasto, los helicópteros de carne se despluman en su cara-lago de anémonas violetas; la Noni piensa que está muerto y grita y quiere pescar el grito hacia su boca cuando el loco eriza las orejas y la busca desde el piso; el retrasado inhala por la brisa las flores amarillas del vestido; la Noni ve los pétalos soltarse y se tropieza sin moverse con la idea del silencio que no dijo; el retrasado mental repta hacia la higuera frotando sus moluscos por el barro.

Veo a la Noni arremangarse la conciencia en los porotos del desmayo. "Quizás es todo un sueño" - se oye decir - y al despertarse encuentra al loco reventándose la frente contra un muro de ladrillo. La sangre salpica las flores del vestido. ¿La mujer es una flor que sangra en la frente de los hombres? ¿La mujer es un ladrillo? La Noni se pregunta las preguntas que le dicta el compás de los martillos. El retrasado es un péndulo invertido. Vaivenes de cometas capilares que se estrellan en oleajes de sonido seco la conducen de la mano a la cocina con las moscas y la radio. El cielo es blanco. Los pollos miran. Las hojas de la higuera guardan el secreto. El retrasado se desangra a golpes sobre las macetas de barro y tierra seca. La Noni corre hacia la casa. Grita. Su voz es como el sonido de todos los aviones que despegan. Se juntan los hombres a frenar el péndulo a la fuerza. El cielo es blanco. Los pollos sacuden los alambres de la jaula. La Noni está bajo el silencio de los mudos. El retrasado - en plena convulsión - es llevado a la antesala para ser limpiado. Hay algo raro en su cabeza. Los hombres se rascan la barbilla y piensan, las mujeres no pueden dejar de mirarle la picha pálida y gigante. Uno de los hombres le cubre el cuerpo con un mantel de flores estampadas. El mantel se llena de rojo. Alguien piensa en el membrillo. La Noni piensa en su vestido y teje lazos inconclusos entre las flores y la sangre. La Noni es sacudida por la gente que no entiende. La perforan con preguntas. La Noni está guardada para adentro, dejó el carozo entre los yuyos, girando por el viento. Acuestan al imbécil sobre una mesa de tablones verdes. Tienen cuidado de no estropear el tapizado de las sillas. Las mujeres son enviadas a traer compresas. Los niños a los cuartos. A dormir - dicen - y carajo. La Noni es retenida por la mano nudosa de un vecino. La Noni está por cruzar la calle rumbo al río. La calle está llena de polvo y mandarinas. Los hombres piensan. Las mujeres actúan líquidos bajo el pelo del insano. El retrasado respira. Vive. ¡Vive! gritan todos. El retrasado escupe sangre y bilis. Un hilo de baba roja le cuelga del mentón. Entre los dientes miran todos: Hay un bicho, dos, tres, miles de bichos adheridos a la encía. Hay capullos de madera balsa colgando de las muelas. Los hombres piden pinzas. La lengua del imbécil es un globo en llamas. Hay que retirar los bichos. Rápido. Las pinzas. Dónde están las putas pinzas. La Noni flota en hologramas de la tarde. El tapizado de las sillas. Tapalo. Con un diario. El retrasado chilla y se retuerce. Los hombres le van sacando bichos de la boca. La luz es apenas de color naranja. Llenan frascos. Los insectos se mueven como sillas sobre el agua.

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